sábado, 29 de octubre de 2016

Que es el ictus

Ictus, embolia, accidente cerebrovascular (ACV), apoplejía,... cualquiera de estos términos se refiere a una alteración brusca de la circulación de la sangre que llega a nuestro cerebro. El ictus es el equivalente a un infarto de corazón, pero en el cerebro.
Existen dos tipos principales de ictus:
  • Los ictus hemorrágicos o hemorragias cerebrales: se producen cuando un vaso sanguíneo (vena o arteria) se rompe
  • Los ictus isquémicos o infartos cerebrales: ocurren cuando una arteria se obstruye por la presencia de un coágulo de sangre. A menudo, este trombo se origina en el corazón y se desplaza hasta el cerebro, donde interrumpe el flujo sanguíneo.
Aproximadamente el 85% de los ictus son isquémicos y el 15% hemorrágicos.
Cuando se sufre un ictus, el daño cerebral adquirido puede ser irreparable y dejar secuelas graves que repercuten de forma notable en la calidad de vida de los afectados. Después de un ictus, sólo un tercio de los pacientes se recupera totalmente, otro tercio queda con secuelas y otro tercio fallece. Además, el 25% de las personas que padecen un ictus mueren durante los 30 días siguientes.
Impacto del ictus

El ictus es un problema de salud muy frecuente e importante, ya que puede resultar altamente incapacitante y mortal.
En la actualidad, es la primera causa de discapacidad grave en el adulto, tanto física como intelectual, y también de dependencia; es la segunda causa de muerte en España y la primera en la mujer española.
Cada año, 130.000 personas sufren un ictus en España, de las cuales 80.000 fallecen o quedan con alguna discapacidad.
Actualmente, este trastorno es más común a edades más avanzadas. El 75% de los ictus ocurren en personas de más de 65 años. Sin embargo, cada vez se registran más casos entre adultos jóvenes debido a los hábitos de vida incorrectos e insanos que adoptan. Hoy, entre el 15% y el 20% de estos ACV afectan a individuos de menos de 45 años.
La incidencia del ictus se asocia a diferentes factores de riesgo, la mayoría de ellos evitables con una adecuada prevención. El control de los factores de riesgo es fundamental en la lucha contra el ictus.
Factores de riesgo que debemos controlar para evitar un ictus

Los ictus se pueden prevenir. Algunos de los factores de riesgo, como la edad, antecedentes familiares, sexo y raza, no se pueden modificar. Pero otros factores de riesgo sí son corregibles.
La prevención primaria del ictus se basa en la identificación y corrección de estos factores de riesgo para evitar este accidente cerebrovascular cuando aún no ha ocurrido:
  • Hipertensión arterial: es el factor de riesgo más importante para el desarrollo del ictus. En aquellas personas que no hayan sufrido un ictus anteriormente la tensión arterial debería ser inferior a 140/90, y para diabéticos o personas que ya hayan sufrido un ictus, debe ser inferior a 130/80.
  • Niveles altos de colesterol : el exceso de colesterol se deposita en las arterias en forma de placas, estrechando las arterias, afectando a la circulación y multiplicando el riesgo de sufrir un ictus. Por tanto, el paciente debe llevar una dieta rica y saludable, evitando el colesterol (<240mg/dl), lo que se consigue reduciendo las grasas saturadas.
  • Fibrilación auricular (Arritmia cardíaca): es responsable del 20% de los ictus. Esta arritmia cardíaca no controlada multiplica por 5 el riesgo de sufrir un ictus. Otras enfermedades del corazón como es el caso de los infartos de miocardio o las valvulopatías también incrementan el riesgo de ictus.
  • Diabetes: daña las arterias, por eso el riesgo de que se produzca un ictus es de 2 a 6 veces mayor en las personas diabéticas que en el resto. Debe mantener los niveles de glucemia en sangre por debajo de 120 mg/dl.
  • Tabaquismo: los fumadores tienen el doble de riesgo de sufrir un ictus que los no fumadores. El tabaco reduce el colesterol “bueno” (cuyas cifras deben ser altas, >35 mg/dl) y favorece el aumento de la tensión arterial. Además, la exposición pasiva al tabaco también aumenta la probabilidad de sufrir un ictus.
  • Consumo de alcohol: el consumo excesivo de alcohol (> 60g al día) es un factor de riesgo para todos los tipos de ictus. Aumenta la tensión arterial entre otros efectos.
  • Obesidad: se asocia a mayor riesgo de ictus debido a que se asocia a hipertensión arterial, diabetes y cifras más elevadas de colesterol. Debe mantener su índice de masa corporal por debajo de 25 para reducir el riesgo de ictus.
  • Fármacos: el consumo de algunos medicamentos puede aumentar el riesgo de sufrir un ictus, es el caso de los estrógenos (anticonceptivos o el tratamiento hormonal sustitutivo).
  • Sedentarismo: se asocia al aumento del colesterol, la hipertensión, la obesidad y otros factores de riesgo vascular, por lo que favorece el riesgo de sufrir un ictus.
  • Consumo de drogas: especialmente las drogas estimulantes. El consumo de cocaína aumenta hasta un 7% el riesgo de sufrir un ictus.
Cuantos más factores de riesgo de los mencionados tenga una persona, mayor será el riesgo de que sufra un accidente cerebrovascular; por ello, cuantos más factores de riesgo se puedan suprimir o controlar, menor será la probabilidad de sufrir el ataque.

Cómo detectar un ictus
La detección precoz del ictus es fundamental para diagnosticar qué tipo de accidente cerebrovascular es y suministrar el tratamiento adecuado lo antes posible. De esta manera se puede reducir al máximo sus secuelas y la mortalidad de las personas afectadas.
Las seis señales de alarma del ictus son las siguientes:

  1. Pérdida de fuerza en la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo, de inicio brusco.
  2. Trastornos de la sensibilidad, sensación de “acorchamiento u hormigueo” de la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo, de inicio brusco.
  3. Pérdida súbita de la visión parcial o total, en uno o ambos ojos.
  4. Alteración repentina del habla, dificultad para expresarse, lenguaje que nos cuesta articular y ser entendido por quien lo escucha.
  5. Dolor de cabeza de inicio súbito, de intensidad inhabitual y sin causa aparente.
  6. Sensación de vértigo intenso, inestabilidad, desequilibrio o caídas bruscas inexplicadas, si se acompañan de cualquiera de los síntomas descritos con anterioridad.
Desde la Sociedad Española de Neurología, advierten de que no hay que quitar importancia a estos síntomas porque desaparezcan espontáneamente ya que podría tratarse de un ataque isquémico transitorio que, si se trata a tiempo, puede evitar el infarto cerebral.
Por tanto, cuando una persona o alguien de su entorno sospeche de que está padeciendo un ictus, debe acudir o ser trasladada lo antes posible a un hospital donde pueda recibir atención neurológica urgente, preferiblemente, en una unidad de ictus.
Tratamiento del Ictus
Las primeras tres horas desde el inicio de los síntomas son claves: cuanto más rápido se actúe, el paciente tendrá más probabilidades de recuperarse y menos de quedar con secuelas o de morir. Además, el tratamiento actual para los infartos cerebrales sólo funciona durante las primeras tres horas desde la aparición de los primeros síntomas. Una vez transcurrido este intervalo de tiempo, el tratamiento deja de ser eficaz.
Hay algunos pasos que hay que seguir para mejorar la supervivencia:

  • Reconocer rápidamente los signos y síntomas del ictus, anotando cuando ocurren por primera vez.
  • Activar con rapidez los servicios de emergencia: (061 ó 112, dependiendo de la Comunidad Autónoma)
  • Transporte rápido de emergencia y prenotificación al hospital: la mejor forma de llegar al hospital es mediante estos servicios, puesto que advertirán cuanto antes al servicio de urgencia del hospital.
  • Llevar a los pacientes a una Unidad de Ictus, centros médicos especializados en el tratamiento de esta enfermedad. Hay varios tipos (agudos, de estancia completa, para rehabilitación).
  • Comenzar el cuidado y la evaluación del paciente durante el transporte al hospital: en cuanto el paciente sufra un ictus, los servicios médicos responsables deben tener en cuenta determinados aspectos del paciente como una adecuada oxigenación, así como controles de alimentación, presión arterial, glucemia, fiebre u otras complicaciones.
  • Recibir el diagnóstico y el tratamiento rápidamente en el hospital para que esté bajo vigilancia intensiva.
Una vez el paciente está en el hospital, se identifica el origen del ictus y se procede a tratarlo en función de este:

  • Los ictus isquémicos o infartos cerebrales se tratan con un fármaco trombolítico o fibrinolítico. Este tratamiento destruye el trombo que causa la interrupción del flujo sanguíneo en el cerebro y permite restaurar la circulación y las funciones neurológicas perdidas durante el ictus. Tiene riesgo de sangrado, por lo que los neurólogos deben seleccionar minuciosamente a los pacientes que se beneficiarían de este tratamiento, en función de la edad, el tiempo de evolución del ictus y otras características. Sólo es eficaz durante las primeras tres horas en las que se administra, por lo que es fundamental actuar con rapidez.
  • Los ictus hemorrágicos debidos a malformaciones congénitas de los vasos sanguíneos y aneurismas se tratan con embolización, que consiste en administrar sustancias que taponan las arterias que se han roto. En ocasiones, se debe recurrir a la cirugía para eliminar el coágulo que bloquea las arterias del cerebro.
Cuando el ictus ya haya pasado, el tratamiento depende de las incapacidades que le hayan quedado al paciente.
Rehabilitación de un ictus
Otra parte importante del tratamiento del ictus es la rehabilitación. Es frecuente que, tras algunos ictus importantes, el paciente deba acudir a rehabilitación, en especial si ha llegado a producirse el infarto (muerte) de alguna región del cerebro, ya que hay que conseguir en la medida de lo posible que otro área del cerebro pase a controlar las funciones que antes controlaba la zona afectada.
Generalmente, la rehabilitación debe comenzar en cuanto el paciente está estable. Médicos, neurólogos, fisioterapeutas, rehabilitadores, logopedas y personal de enfermería forman el equipo multidisciplinar que intentará ayudar al paciente a recuperar las funciones alteradas o restablecer las funciones perdidas. Los pacientes con ictus que no han podido tratarse con trombolisis pueden llegar a recuperar la capacidad para comunicarse, para caminar o para utilizar el brazo paralizado nuevamente gracias a una buena rehabilitación.
Pronóstico del ictus
Es muy complicado establecer un pronóstico para los ictus. Dependerá en gran parte del tipo de ictus de que se trate y del tiempo que ha permanecido el tejido cerebral sin recibir sangre. También dependerá de la zona afectada, de la edad, sexo y raza del paciente y de su propia capacidad de recuperación.
La posibilidad de repetición del ictus es considerable durante los primeros tres meses de convalecencia, y hasta un 14% en el primer año. De ahí que se considere tan importante el uso de aspirina para evitarlo, así como el estricto control de los factores de riesgo modificables (hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes, tabaquismo…).
El ictus es una enfermedad grave e incapacitante. Su mortalidad oscila entre un 10-20% en el primer mes. Y las complicaciones que lo acompañan pueden distorsionar de manera permanente la vida del paciente y de su entorno.
Los avances en diagnóstico y tratamiento han sido fundamentales, y el control de los factores de riesgo resulta vital para impedir la aparición de un primer ictus (prevención primaria) o de una recaída (prevención secundaria). Solo con el buen control de la tensión arterial se puede disminuir hasta en un 45% el riesgo de recurrencia.



Laura.-


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