lunes, 15 de febrero de 2016

El cáncer en los niños


¿Qué es el cáncer infantil?

El cáncer infantil no es una sola enfermedad, sino que incluye un gran número de enfermedades, con unas características particulares y con un comportamiento diferente entre sí. Sin embargo todas tienen en común que se originan a partir del crecimiento anormal de una sola célula o de un grupo de ellas con capacidad para invadir tanto los órganos vecinos como los alejados.
La incidencia de cáncer en los niños es muy baja. En nuestro país, se diagnostican alrededor de 1000 niños al año, lo que representa el 3% de todos los cánceres. Su curación sigue siendo un hecho cada vez más habitual en nuestros días.

Tipos

El cáncer se presenta cuando una célula en particular o un grupo de células comienza a multiplicarse y crecer de manera descontrolada anulando a las células normales de alrededor.
En los niños, este proceso se produce con mucha mayor rapidez que en los adultos debido a que las células tumorales suelen ser inmaduras y su crecimiento es más rápido y agresivo.
En general, los tipos más frecuentes de cáncer en la infancia se pueden dividir en dos grupos: las enfermedades hematológicas (leucemias y linfomas) y los tumores sólidos.

Enfermedades hematológicas

  • Leucemia: es un cáncer de la sangre que se origina en la medula ósea, sustancia que está en el interior de los huesos y que produce las células sanguíneas (glóbulos rojos, blancos y plaquetas). Hay un crecimiento incontrolado de unas células llamadas “blastos” que se acumulan en la medula ósea y desplazan al resto de células sanguíneas, por lo que el niño va a presentar síntomas de anemia y riesgo de hemorragia. Es el tipo de cáncer infantil más frecuente
  • Linfoma: cáncer que se desarrolla a partir del sistema linfático, que forma parte del sistema inmunológico. Este sistema está en órganos como el bazo, el timo, los ganglios y la médula ósea y también en las amígdalas, la piel el intestino delgado y el estómago. Los linfomas pueden ser Linfoma de Hodgkin y Linfoma no Hodgkin. Este último es el más frecuente en niños.

Tumores sólidos

Los más frecuentes en niños son:
  • Tumores del sistema nervioso central: es el segundo tumor más frecuente en niños. Se dan sobre todo entre los 5 y los 10 años de vida. Pueden producir convulsiones, cefaleas, vómitos, irritabilidad, alteraciones de la conducta, somnolencia, etc.
  • Neuroblastoma: es un tumor que se origina en las células nerviosas de la glándula adrenal, del tórax y de la medula espinal. Solo se da en niños, generalmente menores de 5 años. El principal síntoma es la presencia de una masa y dolor abdominal acompañado de diarrea y dolor de huesos.
  • Tumor de Wilms: es un tumor maligno que afecta a las células de los riñones. Ocurre en niños antes de los 10 años. Los síntomas son la aparición de una masa abdominal, fiebre, pérdida de apetito y presencia de sangre en la orina.
  • Retinoblastoma: tumor maligno de la retina
  • Rabdomiosarcoma: sarcoma de partes blandas que afecta sobre todo a las células de los músculos. Su localización más frecuente es la cabeza, cuello, pelvis y extremidades. Ocurre ante todo en varones entre 2 y 6 años.
  • Osteosarcoma: es el cáncer de hueso más frecuente en los niños. Aparece en los huesos largos del brazo (humero) y de la pierna (fémur y tibia). Ocurre sobre todo en varones entre 10 y 25 años.
  • Sarcoma de Ewing: es otra forma de cáncer de hueso, pero que afecta a otra parte diferente
¿A qué se debe el cáncer infantil?

Las causas no se conocen. Nada de lo que le haya pasado al niño es la razón de su enfermedad y nunca los padres son los culpables de ella. Muy pocos casos de cáncer en los niños se deben a factores genéticos. Por este motivo, al desconocerse las causas, no existen métodos eficaces para prevenir esta enfermedad.

¿Cuáles son los síntomas más frecuentes?
  • Pérdida de peso, continua y sin causa aparente.
  • Dolor en los huesos y las articulaciones después de haber tenido actividad física, o después de haber jugado.
  • Dolores de cabeza acompañados de vómitos, generalmente por la mañana.
  • Hinchazones que no desaparecen, sobre todo en el cuello, las axilas, la ingle y el abdomen.
  • Aumento del volumen del vientre.
  • Petequias, es decir, pequeñas manchas de color rojo vivo que aparecen en la piel a causa de una hemorragia subcutánea.
  • Hematomas que aparecen sin que haya habido golpes previos.
  • Un resplandor blanquecino en los ojos cuando la retina se expone a la luz, como si fueran destellos.
  • Cansancio y palidez constante: Anemia.
  • Fiebre persistente de origen indeterminado o desconocido.
  • Infecciones frecuentes: baja inmunidad a las enfermedades.
Acuda al médico si identifica en el niño o adolescente alguno/os de los síntomas anteriores.

¿Cómo se diagnostica?

Son necesarias un gran número de pruebas para determinar tanto el tipo como su localización y su extensión.
Es una fase muy importante para determinar cuál es el tratamiento más adecuado para el niño.
Lo habitual es comenzar con pruebas sencillas, como análisis de sangre, orina, pruebas por imagen… hasta llegar a un diagnóstico de sospecha. La confirmación puede necesitar pruebas más complejas, como endoscopias, pruebas histológicas…. Algunas pueden causar molestias en el niño pero el beneficio obtenido puede ser indispensable para llegar al diagnóstico definitivo.

¿Tiene curación el cáncer infantil?

La mayoría de los niños con cáncer se curan. Uno de cada 900 jóvenes que cumple los 20 años de edad es un superviviente de cáncer infantil.

¿Qué tratamientos existen?

El tratamiento es uno de los éxitos más importantes de la medicina de nuestros días. Se recomienda que se lleve a cabo en los Servicios hospitalarios especializados en Oncohematologia Pediátrica pues estas unidades cuentan con el personal y los medios adecuados para el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad.
Los tratamientos más empleados son:

  • Cirugía: primera opción de tratamiento para los tumores sólidos. En ocasiones se necesita previamente quimioterapia para reducir el tamaño del tumor y facilitar su extirpación.
  • Quimioterapia: utilización de fármacos que destruyen las células tumorales e impiden que se reproduzcan. Puede administrarse por la boca (pastillas, jarabe…), intravenosa (a través de una vena) o intratecal (espacio que rodea a la médula espinal). Según los fármacos que se utilicen, el niño acudirá al hospital de día y, una vez finalizada la infusión, volverá a casa. Sin embargo a veces necesitará quedarse ingresado durante unos días.                                                                            La administración de los fármacos varía según los casos y podrá hacerse diariamente, una vez por semana o en forma de ciclos (cada 3-4 semanas).                                                                           La quimioterapia actúa sobre las células cancerosas, pero también afecta a algunas células sanas, produciendo efectos secundarios que dependerán de los fármacos utilizados, la dosis y las características de cada niño. Los más frecuentes son: nauseas, vómitos, alteración en el sabor se los alimentos, en la piel, caída del cabello, anemia, disminución de las defensas..
  • Radioterapia: utilización de radiaciones ionizantes que eliminan las células malignas y detienen su crecimiento y división en la zona en la que es aplicada. Se puede administrar como tratamiento complementario a la cirugía o a la quimioterapia. No precisa de ingreso hospitalario ni resulta dolorosa para el niño y este no va a emitir radiactividad. Se administra durante unos minutos a lo largo de varios días o semanas. En general se tolera bien, no produce dolor pero puede irritar la piel, producir cansancio y dolor de cabeza.
  • Trasplante de médula ósea: sustitución de las células de la médula ósea enfermas o destruidas por la quimioterapia por otras sanas, extraídas del propio paciente (trasplante autólogo) o de un donante compatible (trasplante alogénico). Hasta que las células trasplantadas sean capaces de generar suficientes leucocitos, plaquetas y hematíes, el niño presenta un riesgo muy elevado de infecciones, hemorragias y anemia. Esta situación es muy crítica los primeros 30 días tras el trasplante, momento en el que la nueva médula es capaz de generar suficientes células de la sangre. Por este motivo, el niño debe permanecer aislado en una habitación especial durante este periodo.
Laura.-
Fuente: aecc






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