Todo menos el silencio, el movimiento, el sonido de la vida. No se oye el bullicio de la gente por las calles, de los niños en los patios escolares, el ruido del motor de los coches y las motos, los autobuses van casi vacíos, no se ven aviones en el cielo, ni comercios abiertos al público, no hay gente en los bares, restaurantes, no se escucha la música. Las discotecas están cerradas, los jóvenes no hacen botellón...afuera todo es raro, diferente, triste. La vida está escondida, oculta tras los muros del miedo.
Y, aun así, la vida sigue. Continua tras cada puerta, cada
ventana, tras cada uno de esos muros, la vida sigue, y es diferente para todos.
Porque todos somos distintos e iguales a la vez. A cada uno nos une un destino,
una ilusión, una esperanza, pero en estos días a todos por primera vez nos une
un objetivo común, acabar con aquello que nos ha hecho prisioneros dentro de
nuestro propio mundo, acabar con aquello que amenaza con poner fin a nuestra
zona de confort, algo tan pequeño, pero tan grande como para alterar nuestra
seguridad, volvernos vulnerables y hacernos cambiar la vida de una forma tan
radical, de la noche a la mañana, sin avisar y, lo que es peor, sin estar
preparados para ello.
Siendo tantos como somos y teniendo todos el mismo objetivo,
podría parecer sencillo acabar con el enemigo. Y puede ser así, siempre y
cuando vayamos todos en la misma dirección. Ese es el problema...¿Si nos resulta difícil ponernos de acuerdo en
el entorno de nuestro hogar, del trabajo, en nuestra ciudad, en nuestro país, como
va a ser fácil ponerse de acuerdo a nivel mundial? Pues debemos hacerlo. Y lo
haremos, porque esta vez el enemigo es de todos, no entiende de idiomas, de
fronteras, de raza ni de clase social ni color político.
El enemigo es silencioso y va a por todos y solo unidos podremos vencerlo. Para ello debemos olvidarnos de nosotros mismos, dejemos de ser egoístas y pensemos en los demás, porque todo aquello que beneficie al otro revertirá en un bien común. Es la solidaridad en su máxima
expresión, aquí no vale la hipocresía, el engaño, la
mentira y la falsedad, esos sentimientos se volverán en nuestra contra y nos perjudicarán.
A este enemigo solo lo podremos vencer con honestidad, trabajo, humanidad, con
empatía y sobre todo con fuerza interior y responsabilidad; con esa energía que
nos hace únicos como personas, que nos hace luchar por todo aquello que nos quieren
arrebatar, y no hablo solo de nuestra salud, sino también de nuestra libertad,
porque por primera vez en nuestra vida existe un enemigo capaz de luchar sin
armas, sin ejércitos, sin ruido, de manera silenciosa, sin apenas darnos cuenta
de ello. Y por conservar nuestra salud, por recuperar nuestra libertad, nuestra
vida, debemos luchar unidos, ser solidarios y sacar lo mejor que cada uno
de nosotros llevamos dentro, porque todos en mayor o menor medida, dentro de
nuestras posibilidades podemos contribuir a recuperar nuestro mundo e incluso
llegar a crear uno un poco mejor.
El enemigo es silencioso y va a por todos y solo unidos podremos vencerlo. Para ello debemos olvidarnos de nosotros mismos, dejemos de ser egoístas y pensemos en los demás, porque todo aquello que beneficie al otro revertirá en un bien común. Es la solidaridad en su máxima
En esta batalla todos
somos héroes, todo aquel que haga lo más mínimo por el que está a su lado, en
ese momento, para esa persona, es un héroe, porque está contribuyendo a que su
vida sea mejor. Incluso quedarte en casa te convierte en héroe pues protegiéndote
a ti proteges a los demás. Al igual que el enemigo siendo tan pequeño puede
hacer mucho daño, cualquier pequeño acto que salga de nosotros para ayudar a
alguien puede hacer mucho bien, y, de esa manera, entre todos, haciendo el bien,
siendo solidarios y responsables, podremos acabar con el mayor enemigo no
humano conocido por la humanidad.
Desde mi humilde posición, como enfermera en Atención Primaria,
es lo que intento hacer cada día, poner mi granito de arena para ir superando
esta situación, ayudar en todo lo que este en mi mano y dar mi apoyo y mi
agradecimiento a todo aquel que se está dejando el pellejo y en muchos casos la
vida en ello. Y agradecer también a todos los que, con sus pequeñas acciones,
sus aportaciones y su generosidad, o simplemente, quedándose en casa, hacen que
el ser humano destaque en estos días tan difíciles, por la principal cualidad
que nos hace ser diferentes y únicos: nuestra humanidad.
Estamos hartos de oír la frase “el tiempo pasa muy rápido”.
Nunca antes de ahora hemos deseado en todo el mundo que así sea.
Mientras tanto, debemos seguir sacando lo mejor de nosotros
mismos, solo así, cuando todo esto haya terminado, podremos tener un buen
recuerdo de tan malos momentos.
Laura Reyes- Enfermera. Centro de Salud La Luz
Laura Reyes- Enfermera. Centro de Salud La Luz
Preciosa reflexión! Mucho ánimo para todos!! Un abrazo muy muy grande!
ResponderEliminarEres única, cómo persona y más aún como profesional. Un beso fuerte y ánimos.
ResponderEliminarMuy cierto!!! Gracias por todo vuestro esfuerzo y ánimo.
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